MURAL
Melé, Juan
La obra organiza su estructura a partir de un sistema de líneas verticales y oblicuas que activan el plano mediante ritmos superpuestos. El fondo oscuro funciona como un campo unificado sobre el cual emergen bandas cromáticas de distinta densidad, generando tensiones entre direcciones y velocidades. Las diagonales —particularmente las que combinan gradaciones cálidas— introducen un movimiento expansivo que contrasta con la estabilidad de las verticales más sobrias, creando un equilibrio dinámico sostenido por la alternancia entre vibración y pausa.
La segmentación del plano mediante franjas de color plano, junto con líneas finas de alta saturación, construye una profundidad óptica sin recurrir a la ilusión espacial tradicional. La proximidad, repetición y variación mínima entre las líneas produce un efecto pulsante que guía la mirada de manera continua. Así, la composición se consolida como un tejido visual en el que cada banda, grosor y matiz aporta a un sistema coherente, donde la espacialidad surge de la interacción entre ritmo, contraste y densidad cromática.
Fue donada por la Fundación Mundo Nuevo en el año 2007.