Goldstein, Alfredo
Pintor y grabador de profunda impronta expresionista, desarrolló una obra en la que el espíritu humano, la religiosidad y la condición del hombre contemporáneo se entrelazan con una sensibilidad que oscila entre lo místico y lo humanista.
Tras graduarse en la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires en 1944, se volcó al arte en la década de 1950, donde se formó con Juan Batlle Planas y Osvaldo Romberg. Vinculado al surrealismo y la nueva figuración, Goldstein abordó el grabado con una intensidad poco común: su uso del color, más tonal que contrastante, y su manejo de la luz lo distinguen como un artista que, aunque pintor de formación, alcanzó en la xilografía y el aguafuerte su lenguaje más personal.
A partir de 1967 realizó más de veinte exposiciones individuales en Buenos Aires, Córdoba, Nueva York, Miami, México, Los Ángeles, Panamá, Porto Alegre y Toronto. Participó en numerosos salones nacionales e internacionales donde obtuvo, entre otros, el Premio Dante Alighieri (1971) y el Primer Premio de Grabado del Salón de la Franco Inglesa (1972). Su obra integra colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo del Grabado y diversas instituciones religiosas y culturales de Argentina e Israel.
Su serie de grabados inspirados en el Antiguo Testamento fue valorada por el presbítero Alfredo Sáenz por su “mensaje incomparable”. Como señaló Américo Balán, Goldstein no representa tanto lo divino como la religiosidad del hombre: su búsqueda artística, impregnada de espiritualidad, se despliega “con los pies en la tierra y de cara a las estrellas”.