La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Declarar de interés de esta Honorable Cámara de Diputados, el aniversario de los 50 años de la tradicional fiesta de la chaya, Provincia de la Rioja, evento que se realizara entre el 7 y 11 de febrero del 2019, en el autódromo de la ciudad de La Rioja.

Señor presidente:

Quiero adherir como riojana a una fiesta tradicional de mi provincia, en donde se festeja sus 50 años y prepara unas series de actividades en conmemoración de la misma, con una amplia participación ciudadana de todos los riojanos y en donde son invitados todos los argentinos.

La Edición N° 50 está llena de expectativas y sorpresas, a instancias de la Feria internacional de Turismo, donde se destacó el evento junto a la nominación del Cañón de Talampaya como una de las maravillas de Argentina y la puesta en valor del Camino del Torrontés y el Cable Carril.

La Chaya, es en tiempos del Carnaval, una celebración ancestral pintada de harina y Perfumada de albahaca, ideal para enamorar.

Una antigua leyenda diaguita que habla de un amor no correspondido. Una Celebración de agradecimiento a la Madre Tierra. Un grito que dura poquito pero se espera todo el año. En el mes de febrero, la provincia de La Rioja es el escenario de un hermanamiento de rituales originarios y tradiciones católicas, de encuentro de peones y patrones, de chicos y grandes. El de La Chaya es un tiempo del año en el que todos son uno y son un igual. Tiempo de encuentros galantes y de algarabía musical; de sonido de cajas chayeras que resuenan por los caminos bajando de las sierras, llorando coplas, cantando vidalas; de harina blanca volando por los aires con aroma a albahaca fresca; de vino compartido sin pausa; y de caras pintadas de colores. Un patrimonio cultural que cuenta, con detalles, cómo es esto de ser América.

La Chaya es una fiesta de raíces ancestrales que el sincretismo de los pueblos del Norte de la Argentina fundió con el Carnaval. Una fiesta de música, harina, albahaca, agua y alcohol.

La leyenda cuenta que la Princesa Chaya, una princesa diaguita que vivía en las montañas, se enamoró del Pujllay, un pobre peón viñatero que no creyó en el amor de la joven. A causa de ese amor no correspondido, Chaya llora y llora lágrimas de mujer enamorada. Y aunque el Pujllay, arrepentido, regresa en su búsqueda, ya nunca más va a encontrarla. Desde entonces, el hombre deambula borracho hasta que cae en una hoguera y muere. Las lágrimas de Chaya riegan la tierra y bendicen la cosecha, los hombres –y las mujeres- cantan y danzan en su honor al tiempo que piden a la Pachamama los recompense con buenos frutos.

En las esquinas de los barrios, la celebración, que se inaugura formalmente con la bendición de los Frutos en la plaza central, empieza el primer domingo del mes de febrero con la llegada del Pujllay –representado en la figura de un humilde muñeco de trapo-, la ‘unión’ de la Cuma y el Cumpa –dos compadres a los que bendice un Cura-,la ofrenda del pan vidriado cocido al horno –la Guagua- que se comparte entre todos los presentes y el topamiento –encuentro festivo y enfervorizado- de las bandas de muchachos y muchachas, changos y chinitas. Una semana más tarde, los riojanos vuelven a abrir las puertas de sus casas a locales y extranjeros, a conocidos y recién llegados, ofrecen con absoluta generosidad empanadas y vino, chayan con harina, agua y pintura, bailan y cantan y entierran al Pujllay. El año siguiente el patrono de La Chaya resucitará vigoroso y traerá nuevas picardías para vivir –y agradecer- el tiempo del Carnaval, “tiempo en el que las penas se han de poder olvidar”.

Quiero destacar que como Diputada Nacional representante de la provincia de la Rioja, que voy apoyar todas las expresiones culturales que reflejen nuestras historias y costumbres autóctonas.

Pido a mis pares que me apoyen en esta iniciativa legislativa, considerando la importancia de esta celebración para nuestra provincia.