La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Expresar su beneplácito por la finalización de las obras de restauración de la Capilla Doméstica de la Iglesia de la Compañía de Jesús, ubicada en la Manzana Jesuítica de la ciudad de Córdoba, Patrimonio Cultural de la Humanidad declarado por la UNESCO.-

Señor presidente:

La Iglesia de la Compañía de Jesús es una joya histórica, símbolo del barroco hispanoamericano, que se levanta en la Manzana Jesuítica de la ciudad de Córdoba, donde al templo más antiguo de la Argentina se suman la Universidad Nacional de Córdoba y el Colegio Nacional de Monserrat. Como emblema del legado jesuítico en nuestro continente, este conjunto de edificios ha sido declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2000. En silencio y desde hace más de un siglo, las termitas, esos isópteros que viven de la madera, comenzaron a destruir los techos de la Capilla Doméstica y el templo mayor de la Compañía de Jesús. Hace más de cuatro años, cuando comenzaron los trabajos para reparar las grietas del techo de la Capilla, el padre Carlos Cravenna asistió a un descubrimiento desolador: las voraces termitas estaban reduciendo a polvo las maderas traídas en el siglo XVII por Philippe Lemaire, un constructor naval y sacerdote jesuita que guió personalmente las jangadas por el río Carcarañá para que las maderas de la selva paraguaya llegaran finalmente a aquella Córdoba en la que ya se habían levantado sobre los cimientos, en forma de cruz latina, paredes lisas de gran espesor unidas por una argamasa que intriga todavía hasta el día de hoy. Lemaire, con la única guía de un libro traído de Francia, fue capaz de cumplir con el legado de uno de los nietos de Jerónimo Luis de Cabrera, quien enviado a estudiar a España contrarió las ambiciones paternas, se unió a la congregación jesuita y legó al Colegio Máximo de Córdoba su herencia de 15 mil ducados para construir una iglesia nueva. Esa magnífica Compañía de Jesús que, tantos siglos después, reclamaría nuevos esfuerzos para sostenerse en pie. Así, un reducido comité de colaboradores inició una campaña intensa para obtener los fondos que financiaran las tareas de restauración de aquella bóveda, única tanto por el cedro traído de Paraguay con que fue construida como por sus tientos de cuero y sus cuñas de madera, sin un solo clavo de hierro. Con el aporte económico de las autoridades de la Provincia y la colaboración de la Fundación Fondo para el Patrimonio Argentino, a mediados de 2005 comenzaron las obras para acabar con la depredación de las termitas, reemplazar las tejas y el tendido eléctrico, restaurar las pinturas y garantizar la supervivencia de la Capilla Doméstica, amenazada no sólo por las mal llamadas "moscas blancas" sino por la burocracia y la negligencia que tantas veces retrasa lo que no puede esperar. Con el esfuerzo conjunto de biólogos, bioquímicos, ingenieros y el equipo de restauración del Museo Genaro Pérez, el salvataje pudo concretarse a tiempo. Estos "cuatro años de cirugías y curaciones", como describe el padre Cravenna la experiencia de la restauración, serán relatados en un libro que se editará próximamente.

Manifestamos nuestro beneplácito por la recuperación de nuestro patrimonio histórico y cultural y, sobre todo, porque ha sido el resultado del esfuerzo empecinado de tantas personas que supieron rescatar del abandono lo que hoy nos enorgullece a todos.-