La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Solicitar al Poder Ejecutivo Nacional, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, que informe los motivos por los cuales sólo tenemos abiertas doce embajadas en los cincuenta países de mayor crecimiento actual, lo que contrasta con la tendencia contemporánea de intensificar los vínculos comerciales que practica el mundo entero.

Señor presidente:

En primer lugar, cabe recoger un lúcido pensamiento de José Ortega y Gasset cuando en su famoso libro "España Invertebrada" sostiene que "las grandes naciones se hace de afuera hacia adentro". Concepto agudo, que sin duda amerita un análisis mucho más hondo que el factible en los fundamentos de este Pedido de Informes. Empero, estimo que es lo suficientemente sugestivo para darle proyección al contenido de esta iniciativa.

Un país con vocación de emerger de la grisácea mediocridad cotidiana empieza por pensar su relacionamiento con el mundo. Su horizonte es el orbe.

Un estudio de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales ha descubierto que nuestro país se ha rezagada en materia de diplomacia comercial ya que en 2011 sólo teníamos embajadas en doce de los cincuenta países emergentes, sobre todo en el plano económico.

Muchos de esos Estados son africanos. Precisamente, hace tiempo que vengo propugnando que concibamos al África como nuestra vecina cercana, revirtiendo el prejuicio cultural de que nos es ajena y lejana.

Inclusive, para tratar de aproximarla a nuestros sentimientos, he memorado que la actual Guinea Ecuatorial, fue jurisdicción del Virreinato del Río de la Plata ¡Sí! Esa parte de África tenía por capital a Buenos Aires.

En África, chinos y brasileños, por poner ejemplos llamativos, abundan como si fuera su casa. Van en busca de oportunidades para sus mercancías y por supuesto para asegurarse recursos naturales esenciales y hasta críticos para el desenvolvimiento futuro.

Es sabido que el genuino comercio se sobrepone a lo político y sobre todo a lo ideológico. Si bien, es plausible formar bloques geopolíticos- vinculados por la geografía y por los ideales políticos compartidos -, también lo es pensar al mundo no desde una ideología, sino en función de los intereses concretos de nuestro pueblo. Intereses de tener buen empleo, mejor salario y otros bienes espirituales y materiales. Éstos provienen básicamente del desarrollo de la actividad con creciente valor agregado y de la amplitud de los mercados receptivos de lo que nosotros producimos.

Es sobreabundante enfatizar que el interés de nuestro pueblo puede y debe compatibilizarse con el de los otros. Así, intensificar el comercio es funcional a nuestros intereses y recíprocamente a los de la contraparte.

Nuestra Cancillería no se caracteriza hoy en día por una conducción encomiable. Hay una tendencia al desguace de sus talentos y experiencias a favor de un recambio generacional siempre bienvenido, con la condición de que no sea ni abrupto ni prejuicioso.

Además, da la sensación de que tenemos un Ministerio de Exterior modelo s.XX. El mundo está no sólo agitado, sino en asombrosa dinámica. El s.XXI está acelerando mutaciones. Es indispensable, ineludible, que nuestra Cancillería se acompase a esas transformaciones.

Es inquietante, sumamente preocupante, que la Argentina - salvo para la entrañable cuestión de las Malvinas - esté crecientemente ausente del debate mundial.

Podríamos estimular nuestra producción a horcajadas de una diplomacia comercial tan sanamente agresiva como sagaz diplomáticamente. En este plano, como en todos, se requieren ingenio, sabiduría y ese escaso valor hoy en día que es el patriotismo.

Patriotismo, en este caso del comercio exterior, consiste en trabajar desde la diplomacia para ensanchar los mercados de exportación sin que los agentes del Estado que en ello laboran tengan interés personal. Los mueve el interés nacional.

Necesitamos una política exterior. Ella será la que marque cuáles y cuántas embajadas debemos abrir y dónde.

Solicito el respaldo para este Pedido de Informes.