La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Expresar su más alto repudio por la sistemática matanza de personas en todo el mundo debido a sus creencias religiosas.

Señor presidente:

El mundo vive uno de sus momentos más caóticos y peligrosos desde la Segunda Guerra Mundial. A catástrofes naturales y accidentes evitables que no dan tregua, y en los que mueren miles de personas, se suman desplazados y muertos por narcotráfico y guerras en distintos continentes. Especial preocupación nos generan asesinatos selectivos en diversos países de Asia y África, con repercusiones mortales en estados de otros continentes, debido a la identidad religiosa de la víctima.

Desde ya hay que aclarar que no son solo los cristianos quienes mueren: los musulmanes son, probablemente, los más mortificados por esta serie de batallas y conflictos, en las que si no se los mata por sunitas se lo hace por shiítas, o por oponerse al islamismo o por defender al Islam de quienes usurpan el nombre de su Profeta y llenan al Corán de frases que no existen y que justificarían la matanza selectiva de personas o "infieles".

También genera mucho pavor que se asesine a cristianos por no ser musulmanes, siendo que el Corán los reconoce como uno de los "Pueblos del Libro", antecesores del Islam y de importancia no solo para la historia de la humanidad sino también para el surgimiento de esta religión.

La historia nos demuestra que el ascenso al poder del Islam en diversas regiones, desde Asia hasta España, no generó matanzas ni odios generalizados contra los judíos y cristianos, ambos Pueblos del Libro. En las sociedades en que estas comunidades estuvieron en minoría, se les otorgó el estatuto de Dimmies, es decir, "comunidades protegidas". A cambio de un impuesto, por lo general muy módico, estos grupos religiosos tenían protección ante ataques externos y, muy importante, permiso para desenvolverse de acuerdo a los ritos y costumbres de cada una de sus comunidades.

Históricamente no encontramos datos fidedignos de matanzas de cristianos o judíos en manos de musulmanes. Este es tan solo uno de los datos más escalofriantes de la situación que vivimos: se intenta condenar a todos los practicantes de una religión -se calculan en 1.800 millones de personas- inventando datos de su pasado y manchando su religión, obviando el hecho de que están sufriendo tanto como el resto.

Hay ciudades enteras de Siria e Irak donde el mal llamado Estado Islámico (sic) obligó a absolutamente todos los cristianos a convertirse o morir. En ellas ya no queda una sola persona que pueda practicar esta religión, al menos en público.

Lamentablemente también en Pakistán se matan cristianos: hace pocos días se reportaron más de ochenta asesinatos, con ciento cuarenta heridos en peligro de vida. Y como olvidar que en Nigeria Boko Haram secuestró a doscientas niñas a las que convirtió a la fuerza al islam y en apariencia las habría vendido como esclavas sexuales. Pero la violencia y perversión de este grupo terrorista, en un estado con mucha población cristiana, ni empezó ni terminó con ellas: ciudad cristiana que encuentran, ciudad que destruyen, saquean, queman y asesinan en forma violenta a todos sus habitantes.

Es terrible que históricamente el Islam no haya perseguido a los cristianos, y que en el siglo XXI, mil cuatrocientos años después del nacimiento del Profeta, se manche su memoria y se mienta en su nombre. Estamos conscientes de que difícilmente un país como Argentina pueda detener esta matanza, pero sí podemos repudiarla, visibilizarla, discutirla y ofrecer una tierra segura no solo para los cristianos y judíos que huyen de sus casas, sino también para los musulmanes que viven su religión a consciencia y no quieren ser catalogados de "islamistas" (palabra con la cual tampoco estamos de acuerdo).

Es por los motivos previamente expuestos que solicito a mis pares me acompañen en la aprobación del presente proyecto.