La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

1º.- Rendir homenaje al ex Presidente de la Nación Dr. Hipólito Yrigoyen con motivo del 75º aniversario de su fallecimiento, a conmemorarse el 3 de Julio del corriente año.

2º.- En homenaje público se colocará una placa conmemorativa.

3º.- Impútense los gastos provocados por la presente resolución a las cuentas generales del Presupuesto de gastos de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.-

Señor presidente:

A los 78 años de edad fue derrocado y obligado a presentar su renuncia en el 7mo Regimiento de Infantería, mientras sufría de un cuadro febril su casa de la calle Brasil era incendiada por partidarios de la dictadura. A los pocos días pide ser trasladado a Montevideo y mientras era trasladado a Uruguay, el Ministro del Interior declaro que Yrigoyen estaba arrestado. Lo tuvieron varias semanas en condición de rehén del gobierno de facto, amenazando a los radicales que si querían restituir el gobierno democrático, fusilarían al viejo caudillo. El 29 de noviembre lo confinan a la isla Martín García. Allí soportó las restricciones de las visitas de su familia, la detención de su abogado, la intervención de sus bienes y numerosos interrogatorios a los que se negaba a declarar, sosteniendo su tesis que solo el Congreso podía juzgarlo.

Para febrero de 1932 el gobierno de facto indulta mediante un decreto a Hipólito Yrigoyen. Este se indigna y rechaza el indulto, pide ser juzgado, ya que está convencido de que debe ser absuelto. El gobierno ordena que lo trasladen a Buenos Aires y se aloja en la casa de su sobrino. Siguió rechazando el indulto y las falsas acusaciones de los golpistas y casi no salía a la calle. En diciembre de 1932 aprueban el estado de sitio, lo arrestan junto a Alvear, Pueyrredón, Güemes, Tamborini y Dellepiane y son trasladados a Martín García. Allí su salud se deteriora y le permiten volver a Buenos Aires.

Murió el 3 de Julio de 1933, en la pobreza y la soledad. Su misa fue celebrada en la Iglesia de Santo Domingo. Las calles de Buenos Aires nunca habían presenciado una manifestación más sincera y numerosa de los ciudadanos que salían a llorar la memoria del Presidente muerto, que había pasado tres ignominiosos años en el olvido y la censura del Régimen de la Década Infame. No tuvo honores oficiales. No se decretaron días de luto. Pero la gente se silenciaba en las calles o en el trabajo, rezaba por el alma de Yrigoyen, y se lamentaba de la ausencia del constructor más preclaro de la Argentina Constitucional.

En 1933 se apagó la vida terrena de Don Hipólito, cansada de tanto luchar, de tanto sufrir y andar los caminos de la restauración de nuestras Instituciones. Ese día, Ricardo Rojas, como hijo predilecto del caudillo muerto, decía con su lengua de poeta: "Porque no hemos venido aquí para llorar la inhumación de un anciano, sino para cantar la apoteosis de un patriarca. Estos son funerales de epopeya y todo aquí ha de tener el temple del prócer y de su pueblo. (...) Tampoco hemos venido aquí para argumentar el panegírico, ni para litigar con los que pretenden tasarle la fama en centímetros de necrología o en burocráticos distingos de honores. No se trata aquí de "honores", sino de honor. Tramiten ellos su papelería, mientras él entra en la inmortalidad, que es el amor del pueblo a quien tanto sirvió. Han estado estos tres años mordiéndolo con saña para deshacerlo, y aún no saben que mordían un bronce. (...)"

Es una necesidad honrar al doctor Hipólito Yrigoyen, un hombre que tuvo la visión de una Argentina democrática, donde todas las personas tuvieran acceso a elegir sus representantes, y consagró su lucha a eso.

Por ello, al cumplirse 75 años de su fallecimiento, les solicito a mis pares el tratamiento favorable de este proyecto de resolución.