El Senado y Cámara de Diputados...

ARTÍCULO 1º.- Créase el Concurso Nacional de Lectura, que se implementará anualmente, a partir del año 2.011.

ARTÍCULO 2º.- El Concurso Nacional de Lectura tiene por objetivo el fomento de esta práctica, complementada por actividades culturales afines, a desarrollarse en forma individual y grupal, procurándose la más amplia participación de toda la sociedad.

ARTÍCULO 3º.- El Concurso Nacional de Lectura consistirá en un certamen que se desarrollará en forma concéntrica, desde el ámbito municipal al nacional, cuya modalidad, contenidos, extensión y premios lo determinará la autoridad de aplicación.

ARTÍCULO 4º.- Será autoridad de aplicación de esta ley el Ministerio de Educación de la Nación, actuando en forma coordinada con las autoridades educativas de todas las Provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

ARTÍCULO 5º.- En el ejercicio presupuestario del año 2.011 se proveerá una partida de diez millones de pesos ($ 10.000.000.-) para atender los gastos que demande la ejecución de esta ley. En lo sucesivo, dicha suma será actualizada conforme la evolución del Concurso.

ARTÍCULO 6º- De forma.

Señor presidente:

En el mundo actual, donde el conocimiento se renueva a cada instante, donde la tecnología evoluciona a ritmos siderales, y donde no queda instante alguno sin una multiplicidad de oferta para ocupar el tiempo con alguna actividad de interés, los sistemas educacionales se ven constantemente sometidos a la dura prueba de demostrar su viabilidad, de consolidar su preponderancia como formadores de las nuevas generaciones, y obligados a gestionar con suma inteligencia sus intrincados procesos, en orden a satisfacer la expectativa que toda sociedad deposita siempre en ellos.

Sin embargo, las prácticas y hábitos de la vida moderna y más que nada de los principales receptores de la actividad educativa, los niños y los jóvenes, hacen cada vez más complicado encontrar una sistemática de actuación que los contenga plenamente y permita ejecutar las planificaciones en un nivel pleno y a su vez con plenitud de rendimiento por parte de aquellos a quienes van dirigidas. Este desafío constante que deben afrontar los educadores (desde las autoridades gubernamentales del área, hasta cada maestro o profesor frente al alumnado) es una consecuencia obvia de esta vorágine existencial, particularmente acelerada por la extraordinaria amplitud de las comunicaciones y de acceso a la información, ya casi en todos los niveles sociales, en países con al menos un mediano desarrollo relativo como el nuestro.

No obstante este cuadro aparentemente caótico de la evolución humana, los especialistas en la temática son coincidentes en señalar algunos puntos fundamentales en que pueden asentarse (y deben hacerlo) algunas actividades esenciales como la educativa. En este caso, se trata de una simple práctica, pero que quizás por su simpleza, su accesibilidad o su antigua monótona habitualidad, ha caído en el descrédito, en el desinterés que provoca un alejamiento paulatino y constante, hasta en la falta de credibilidad como actividad de interés, de formación, de entretenimiento: se trata de la lectura. No es el caso profundizar aquí sobre los múltiples y variados fundamentos respecto de la conveniencia de fomentar la práctica de la lectura. Bibliotecas enteras y un sinnúmero de especialistas son contestes en su defensa y han desarrollado teorías de toda clase aconsejando las modalidades para su implementación. En la actualidad, tanto a nivel gubernamental como de asociaciones civiles y culturales, se multiplican esfuerzos e inventiva para incentivar la práctica. Pero todo parece poco. O casi no hacer mella en una comunidad alucinada por el televisor, internet, o las máquinas electrónicas de entretenimiento. Ni siquiera por el deporte o el esparcimiento instructivo.

Entonces, considero oportuno proponer una herramienta simple, pero que puede resultar atractiva, para coadyuvar, tímidamente si se quiere, en este esfuerzo monumental de incentivar la práctica de la lectura: estableciendo un Concurso nacional, con los premios correspondientes, cuyas características promuevan una amplia participación, cautiven interés y provoquen una inclinación hacia los libros, fuente eterna de saber y de evolución.

Dicho Concurso nacional debe comprender diversas etapas, diversos géneros y niveles, diversos ámbitos territoriales (desde el nivel municipal hasta el nacional, pasando por el provincial y regional) y por supuesto, diversas premiaciones. De modo tal que haya un importante número de personas involucradas como participantes, y en un período de tiempo considerable cada año, de manera de que, más allá del circunscripto ámbito del concurso, se genere o re-genere un hábito que parece en peligro de extinción en la humanidad. Por cierto que habrá de acudirse a los organismos, tanto públicos como privados, especializados en la temática, para su preparación, aporte de ideas, experiencias, etc. (es interesante tener en cuenta, y para tomarse como base, el trabajo que ha venido realizando en este sentido el Plan Nacional de Lectura); y por cierto también que se tendrá que prever la asignación presupuestaria que atienda lo más generosamente posible esto que, muy lejos de constituir un gasto, habrá de ser una inversión muy saludable para la comunidad de nuestro tiempo y la del porvenir.

Me parece apropiado promover desde el ámbito legislativo la realización de este Concurso, haciéndonos eco y apoyando la iniciativa de vastos sectores que en silencio, con esfuerzo, dedicación y hasta con devoción, luchan en cada rincón de la patria por mantener el hábito de la lectura entre los ciudadanos, especialmente los más jóvenes. Todo aporte correctivo a la iniciativa será apreciada, como su apoyo para una pronta implementación.