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PROYECTO DE TP


Expediente 2482-D-2015
Sumario: RENDIR HOMENAJE A LA INCANSABLE LUCHA DE LAS MADRES DE LA PLAZA DE MAYO EN DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS Y LA DEMOCRACIA, AL CUMPLIRSE 38 AÑOS DE LA PRIMERA RONDA EN LA PLAZA DE MAYO.
Fecha: 05/05/2015
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 42
Proyecto
La Cámara de Diputados de la Nación
DECLARA:


El reconocimiento y homenaje a la incansable lucha de las Madres de la Plaza de Mayo en defensa de los derechos humanos y la democracia, al cumplirse 38 años de la primera ronda en la Plaza de Mayo.-

FUNDAMENTOS

Proyecto
Señor presidente:


El motivo del presente Proyecto es declarar el reconocimiento y el homenaje a la extensa trayectoria de lucha por la defensa de los derechos humanos de las Madres de Plaza de Mayo al cumplirse el 30 de abril, 38 años de su primera ronda en la plaza de todo el pueblo argentino.
Hace 38 años 14 mujeres cuyo oficio principal era el de madres y amas de casa, se encontraron en la Plaza de Mayo. Era sábado, no había casi nadie, pero allí nacía uno de los movimientos sociales más importantes de la historia de nuestra patria. Frente al horror en estado puro, la desaparición de sus hijos, lograron lo que parecía inconcebible: transformaron el dolor en acción.
El 24 de marzo de 1976 los militares dieron el más trágico golpe de estado para establecer una maquinaria asesina, con la finalidad de imponer un plan económico en exclusivo beneficio de los sectores que detentaban el poder económico y financiero.
Ese nefasto día amanecimos escuchando el sonido propio del autoritarismo, que decía: "Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones".
Los perseguidos, las víctimas, de ese autoritarismo iban a desaparecer. No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana. Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno. Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso. Empezó la cacería, las zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.
Apenas un año después del golpe de estado, Rodolfo Walsh, escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir. Hablaba de personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. Y también aclaraba: "Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de este gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada". Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.
En medio de esa noche, hubo un parto. En medio de la oscuridad, un alumbramiento. Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles, y a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio. Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos. La mayoría de las madres eran amas de casa. Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre. Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.
Un día, una de esas mujeres dijo: Basta. Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo. La plaza sería el territorio de estas madres. No tenían oficina, no tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza. No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo catorce madres en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: "Viernes es día de brujas". A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.
La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva. Los policías les ordenaron: "Caminen, circulen, no se pueden quedar acá". Ellas se pusieron a caminar y a circular. Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.
En octubre de 1977 las madres se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.
El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. En diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar. Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones. El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Dos días después, desapareció Azucena Villaflor.
Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguian torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos.
En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban "la verdadera imagen del país". Que los argentinos éramos "derechos y humanos". Decían: "los desaparecidos algo habrán hecho", o "por algo será que se los llevaron". Los hinchas del fútbol, sin embargo, no molestaron a los que hacían fila para hacer sus denuncias.
El martes 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica: la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Ese viernes, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían desembarcado en las Islas Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo. Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: "Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también". Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.
La derrota en Malvinas abrió el camino a la Democracia. Se hizo el juicio a las Juntas. Luego la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los "carapintadas". Estas luchas continuaron cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país.
Luego la lucha de las Madres, continuó, ya están muy viejitas y las que aún quedan continúan, y continuarán luchando, por los derechos humanos, por la democracia. Por un mundo mejor y más justo. De eso podemos estar seguros.
Por las razones expuestas solicito a los señores y señoras legisladores que me acompañen en el presente Proyecto.
Proyecto
Firmantes
Firmante Distrito Bloque
GIUSTOZZI, RUBEN DARIO BUENOS AIRES FRENTE RENOVADOR
Giro a comisiones en Diputados
Comisión
LABOR PARLAMENTARIA (Primera Competencia)