La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Expresar su preocupación por la falta de políticas agrícolas por parte del Gobierno Nacional ante la inminente falta de producción del trigo que nos conlleva al desabastecimiento interno, siendo preciso en un futuro no muy lejano su importación.

Señor presidente:

¿Importaremos trigo?

Ya comenzada la siembra, la información disponible permite afirmar que se repetirá y se profundizará el desastroso resultado de la campaña triguera finalizada en enero pasado.

La combinación de los reiterados y agresivos errores gubernamentales con una gran sequía determinaron una magra recolección de este tradicional y estratégico cultivo, integrante del pan de cada día y de la exportación nacional. A partir de ahora, se corre el peligro no sólo de su desaparición del escenario exportador, sino, en situación extrema, de que no alcance el trigo para el abastecimiento interno y sea preciso importarlo.

¿Por qué habría de repetirse la magra cosecha del ciclo recién terminado?

Con productores desalentados que arrastran quebrantos del pasado inmediato, con pronósticos climáticos poco favorables durante la etapa de siembras del cereal, que finaliza a mediados de agosto y con escasas perspectivas de un cambio de políticas, es altamente probable que se repita la cosecha anterior de 8 millones de toneladas, cifra que apenas supera los requerimientos internos, que son del orden de los 7 millones. Hay que tener en cuenta que los 5,6 millones de hectáreas sembradas con trigo en 2006-07 se redujeron a 4,2 millones en 2008- 09, una cantidad difícil de alcanzar en los próximos meses.

Algunos datos escalofriantes se añadieron en estos días en un Congreso denominado A Todo Trigo, reunido en Mar del Plata, en la región sudeste bonaerense, típicamente triguera. Allí se recordó que, de no exportarse trigo, se volvería a 1890, último año en que no se exportó trigo. Es decir, se retrocederían 119 años.

También se recordó en Mar del Plata que en 1952, en una situación parecida a la actual, con una combinación de desaliento productivo y de sequía, se exportaron sólo 63.000 toneladas, es decir, nada. En ese año, la administración peronista impuso la elaboración del pan negro, destinado a aprovechar mejor su condición panadera utilizando todo el grano para su transformación en harina, teniendo en cuenta que su capa superficial tiene una coloración morena. También se recurrió a otro cereal, el mijo, cuya harina es, también, de coloración oscura. Aunque esas harinas cumplían su condición nutritiva, la situación quedó registrada en los anales de la política argentina como un signo negativo de la política agraria de entonces.

El recorrido de las decisiones oficiales en la materia ofrece sobrados motivos para calificarla de altamente negativa. A partir de marzo de 2002, se restablecieron los impuestos a sus exportaciones, inicialmente del 10% e inmediatamente después del 20%, para recalar ahora en el 23%. A partir de 2006 se registraron intervenciones en los mercados de granos en general.

Respecto del trigo y con manifiesta asiduidad, se prohibieron sus exportaciones o también se las cuotificaron.

En materia de precios, se ejercieron controles que los redujeron, con diferencias de tratamiento para exportadores e industriales molineros, un tema que ha venido suscitando quejas de los productores, reiteradas en estos días en el congreso mencionado. Sin agotar el tema, cabe apuntar la erosión del mercado de futuros, el cese de la publicación de informaciones sobre las operaciones de granos que interfieren en los negocios, mientras que últimamente se sancionaron resoluciones sobre la estatización de cartas de porte y registros respaldatorias de las transacciones de granos, que afectan y a menudo debilitan la organización institucional del agro.

Lo que ocurre con el trigo y el agro en general no sólo afecta a los productores, como pareciera creer el Gobierno. La economía y la sociedad toda sufren sus efectos. Crea incertidumbre; desalienta las inversiones; contrae el empleo y afecta los ingresos fiscales.

Se impone con urgencia una reversión de todos los elementos que atentan contra la productividad y la competitividad de este extraordinario sector de la vida nacional. Si el problema fuera, como efectivamente lo es, la afectación del nivel de vida de los sectores más pobres ante una liberalización de los mercados, existe el recurso de asistirlos, como ocurre también en las sociedades más desarrolladas.

Pero así como vamos, camino a la desaparición de las exportaciones de trigo, seguida por la de carnes vacunas, según se pronostica, todo indica que vamos muy mal.

Por todo lo expuesto, le solicito a mis pares que me acompañen con la aprobación del presente proyecto.

Fuente: Diario La Nación- 16-5-09