PROYECTO DE TP


Expediente 2454-D-2013
Sumario: INSTITUIR EL 5 DE NOVIEMBRE DE CADA AÑO COMO "DIA NACIONAL DEL EXILIADO ESPAÑOL".
Fecha: 25/04/2013
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 36
Proyecto
El Senado y Cámara de Diputados...


Artículo 1º.- Institúyese el 5 de noviembre de cada año como el Día Nacional del Exiliado Español.
Art. 2º.- Comuníquese al Poder Ejecutivo, etc.

FUNDAMENTOS

Proyecto
Señor presidente:


PRIMERA PARTE:
LA ARGENTINA DEL EXILIO ESPAÑOL
Félix Luna nos brinda un excelente panorama sobre la época (1) :
Cuando estalló la guerra civil española, la Argentina estaba gobernada por el general Agustín P. Justo; cuando concluyó, el primer magistrado era el doctor Roberto M. Ortiz; cuando terminó la segunda guerra mundial, regía los destinos argentinos un gobierno militar dominado por el entonces coronel Juan Perón. Salvo este último, los nombres anteriores significan poco o nada para el público español. En la memoria colectiva de los argentinos, en cambio, ellos remiten a una Argentina muy distinta a la actual: una nación opulenta y promisoria, una sociedad simple y sin mayores conflictos, un Estado relativamente pequeño, un pueblo escasamente conectado con la problemática del mundo contemporáneo.
Hacia 1936 la Argentina había superado los efectos más duros de la crisis que la azotara desde 1929. Su dirigencia había transferido la crisis a los sectores populares, prefiriendo preservar lo que daba en llamarse "las fuentes genuinas de la riqueza nacional", es decir, los canales productivos de carnes y cereales. Había habido miseria y desocupación, pero en el promedio de la década la economía ya se había estabilizado, las exportaciones aumentaron notablemente, las fuentes de trabajo crecieron y el país retomaba el impulso que lo había animado desde fines del siglo anterior. Esta recuperación se percibía en todos los campos: en el agro, castigado rudamente por la crisis, pero ahora en plena expansión; en la incipiente industria, dedicada a sustituir importaciones, y hasta en los terrenos de la educación y la cultura. Era, entonces, una nación pujante, imaginativa y robusta: el más chico de los países grandes -solía decirse en esos años- o el más grande de los países chicos. .. En todo caso, un país con un futuro aparentemente abierto, inagotable.
Esta prosperidad se notaba en el paisaje urbano y rural. Buenos Aires, con sus anchas avenidas y sus grandes plazas, ofrecía un agradable aspecto al recién llegado. La edificación no mostraba construcciones elevadas, pero sí barrios de casas de buen nivel o vecindades donde la arquitectura francesa proponía sus teorías de mansardas y suntuosas verjas. Esta perspectiva se multiplicaba en las grandes ciudades del interior o en los pueblos pampeanos y constituía la evidencia de una sociedad con buena calidad de vida, razonablemente consumista y estructurada sin diferencias sociales irritantes.
El Estado era chico y eficaz. La mayoría de los servicios públicos estaba en manos de empresas privadas, muchas de ellas británicas, y la acción gubernativa casi no interfería las regulaciones propias del mercado después de las medidas intervencionistas adoptadas para paliar la crisis. Era la tradición liberal, apoyada en una fuerte asociación con Gran Bretaña, el gran cliente y el gran inversionista de la Argentina: un ensamble tradicional que había permitido a nuestro país cierta independencia de movimientos frente a la hegemonía de Estados Unidos en el hemisferio americano, lo que no dejaba de alimentar el orgullo nativo.
La política era sencilla en su formulación práctica. Dos grandes partidos se enfrentaban clásicamente: el radical y el conservador. Evidentemente mayoritario, el radicalismo había sido desplazado del poder en 1930 por un golpe militar que terminó entregándolo a una alianza de signo conservador. Ello permitió el acceso a la presidencia del general Justo, político inescrupuloso y hábil que cumplió las formalidades constitucionales a costa de un permanente fraude electoral, pero que, a cambio de estos pecados, hizo una progresiva administración. Su sucesor fue el doctor Ortiz -hijo de vascos- que debería vivir durante su presidencia dramáticas alternativas de salud que terminaron por obligarlo a dimitir de su cargo. Los radicales clamaban contra las mañas que le impedían el retorno al poder, pero entretanto se avenían a compartirla en niveles inferiores, y así las cosas andaban razonablemente bien. Había un partido socialista con vigencia en la ciudad de Buenos Aires, y un pequeño partido comunista que trataba de capitalizar la inquietud que suscitaba en los medios intelectuales el avance del nazifascismo en Europa. Existían, naturalmente, corrientes de pensamiento que iban desde la simpatía con los regímenes totalitarios hasta el anarquismo puro; pero en el terreno político que realmente contaba, todo se solventaba en el contrapunto más aparente que real, entre radicales y conservadores.
En este contexto, la sociedad argentina iba definiendo sus rasgos característicos. Con una extensa clase media de origen inmigratorio, la fluidez de su movilidad interna justificaba la fe con que habían trabajado aquellos italianos, esos españoles, estos judíos y árabes que llegaron desde fines del siglo XIX y que ahora veían a sus hijos consagrados como médicos, abogados, dirigentes de empresa o funcionarios del Estado. Pacata y conservadora en sus costumbres, se manejaba con estereotipos invariables y convenciones implícitas que eran alimentadas por un sistema de información y opinión sostenido por los grandes diarios, las revistas para el hogar, las numerosas broadcastings, un cinematógrafo predominantemente norteamericano (aunque ya existía una buena producción argentina) y una gran influencia de la Iglesia católica, sobre todo en las clases altas. Los sectores proletarios, en la imagen compuesta por los bienpensantes, no existían: se agrupaban silenciosamente en algunos barrios de las grandes ciudades o en los conglomerados que rodeaban a Buenos Aires, pero no disponían de una voz propia resonante, a pesar de que ya existía desde 1930 la Confederación General del Trabajo, que agrupaba a los principales sindicatos, casi todos ellos socialistas o comunistas. Se registraban, naturalmente, bolsones de miseria distribuidos en los aledaños de las grandes ciudades y en zonas alejadas como el Chaco, Tucumán o la Patagonia, pero no había una conciencia de que las situaciones de injusticia social fueran otra cosa que desajustes inevitables que se irían corrigiendo con el tiempo y frente a los cuales nada tenía que hacer el Estado.
Coronaba esta arquitectura una producción artística e intelectual cuya primacía en América Latina era indiscutible. Novelistas, poetas, plásticos, ensayistas, historiadores, periodistas, dramaturgos y músicos encontraban un interesante mercado que permitía al país jactarse del nivel de su cultura. Es probable que hoy juzguemos muchas de aquellas manifestaciones como insoportablemente misoneístas y convencionales; en su tiempo abrían un espectro pluralista que hacía posibles fecundas polémicas y encontronazos cuya sustancia iba perfilando la posibilidad de expresiones definidas y renovadoras. Las seis universidades nacionales eran selectivas, pero excelentes. Y aunque Carlos Gardel murió en 1935, el tango como expresión nacional por excelencia, le sobrevivía gallardamente.
Esta era, en líneas generales, la Argentina a la que se asomaron los exiliados españoles que fueron llegando a nuestras playas desde 1936. Un país próspero y sólido, donde cualquier hombre laborioso encontraba ubicación. Una sociedad abierta, a la que llegaban atemperados y con retardo los problemas que erizaban de miedo a Europa.
Es difícil imaginar la importancia de la influencia de España en aquellos años. La colectividad hispana era la más numerosa de las extranjeras, y los hijos de españoles formaban virtualmente la mitad de la población. Pero además, era español el aceite con que freían los alimentos; eran españoles los jabones que se usaban cotidianamente; eran españoles la sidra, el coñac, las lentejas, las sardinas, el bacalao, las aceitunas, los porotos, los garbanzos, los ingredientes del copetín, las garrapiñadas, los turrones...habían empresas españolas muy importantes, algunas dedicadas a la navegación, otras al comercio con sucursales que cubrían todo el país, otras que explotaban diversos rubros industriales, como la incipiente actividad editorial. El subterráneo Plaza de Mayo-Palermo de Buenos Aires había sido construido en tiempo récord por un consorcio español. El Banco Español o el Banco de Galicia eran instituciones tan robustas y confiables como el Banco de la Nación Argentina. Y había españoles en todos lados, en todos los negocios, en todas las compañías, así como existían gremios donde no había nadie que no fuera español: camareros, porteros, choferes de taxi, motormen de tranvías, mucamas, cocineros, almaceneros. Oficios donde la hegemonía gallega era abrumadora y hacía de Buenos Aires la ciudad gallega más importante del mundo.
En los territorios de la cultura, la impronta hispana saltaba a la vista en el teatro, la poesía, el periodismo, la canción popular. Nombres como los de Ortega, Marañon, Azorín, Unamuno y Pérez de Ayala, entre otros muchos, eran familiares a los lectores del suplemento dominical de La Nación, el más prestigioso del país, y sus libros llenaban los estantes de las librerías. En los teatros más importantes se presentaban temporadas cubiertas totalmente por elencos españoles, y el género chico señoreaba permanentemente en no pocas salas: eran los tiempos en que nadie desconocía los trozos más notorios de La Gran Vía o La Verbena de la Paloma... Las obras de García Lorca se estrenaban en Buenos Aires y el poeta contaba con seguidores tan fervorosos como en España. Maestros como Amado Alonso habían enseñado (y lo seguirían haciendo) en nuestras universidades, disipando ese viejo prejuicio antiespañol de nuestras élites que venía desde la guerra de la Independencia y, ante la rica creación cultural de la Madre Patria, aceptaba esta vertiente como una de las más ricas contribuciones a nuestra propia identidad.
En suma, la Argentina de mediados de la década del 30 era mucho más española que ahora en lo étnico, lo cultural y hasta lo cotidiano. Una Argentina donde se hablaba más castizamente y el "tú" y el "vos" se usaban alternativamente en el lenguaje coloquial, donde los dichos y refranes que habían llegado de la península con el abuelo o el padre confraternizaban con el lunfardo; donde el tango y la milonga reconocían sus orígenes en el schottis o el cuplé... Y en esta Argentina, muchísimos de cuyos ciudadanos tenían parientes cercanos en España, las noticias del desgarramiento de 1936 cavaron muy hondamente su sensibilidad; le dolieron como una herida en su cuerpo, y el sangriento proceso de la guerra civil fue seguido apasionada y vehementemente, como algo propio.
Fue la primera vez, en muchos años, que un suceso ajeno al país y aún al continente motivó un sacudimiento tan grande en la opinión pública (2) . O más precisamente: fue la primera vez en muchos años que los argentinos entendieron que algo que acontecía fuera de nuestro territorio, también les atañía. Encapsulados en su lejanía geográfica, los argentinos habían visto pasar el desfile de la historia como algo remoto: la primera guerra mundial, la revolución soviética, el ascenso del fascismo, la aparición de Hitler... Esto que ahora ocurría en España, dramatizado en una toponimia familiar a muchos residentes, era en cambio algo que nos involucraba, que tenía que ver con todos nosotros, con nuestro destino como nación. En este sentido, la guerra civil española fue una preparación espiritual para el estallido de 1939. Ya no sería una lejana conflagración cuyos efectos se estudiarían fríamente para saber qué ventajas podíamos obtener: la segunda guerra mundial se vería como un enfrentamiento en que se jugaban valores que también eran nuestros, un envite donde también tallaban nuestras apuestas.
Por eso, el territorio argentino fue una parte de los campos de batalla peninsulares. Aquí también se libraron combates por los republicanos o los nacionales, aunque felizmente incruentos. En la extraterritorialidad de la Avenida de Mayo hubo puñetazos y narices rotas y gritos de "¡No pasarán!" y flechas y yugos, puños cerrados y brazos en alto... La vieja tradición argentina de tomar partido por las cosas de España revivió entonces turbulentamente. También aquí, en el siglo pasado, se había estado a favor de los liberales o los serviles cuando las Cortes de Cádiz; se había sido después isabelino o carlista; se había clamado contra el fusilamiento de Ferrer y echado pestes a Primo de Rivera... De nuevo se vio, en la década de los 30 y a lo largo de la tragedia que se desarrollaba en España, que el problema no era solamente algo concerniente a los españoles. No hubo argentinos neutrales. Hoy leemos -a veces con asombro por la ubicación de ciertos nombres- la oposición que adoptaron por el contrario de la República, las personalidades más conocidas de la política, las letras, las artes y las ciencias argentinas.
Ya se sabe que fueron muchos los españoles que vinieron a la Argentina escapando de los horrores de la guerra civil y de sus secuelas. Sus enormes contribuciones se detallan en este monográfico y no corresponde mencionarlas en estas líneas. Sólo diré que mi país tuvo para con estos exiliados la actitud que debía tener. Si en algún momento los gobernantes de turno pudieron ser reticentes ante la llegada de "rojos" o consintieran que se molestara a algún exiliado como precio a la amistad que cultivaban con Franco, la sociedad argentina les dio no solamente amparo, seguridad y trabajo, sino también una fraternal acogida.
SEGUNDA PARTE:
QUIÉNES SON Y CUANTOS FUERON LOS EXILIADOS ESPAÑOLES
Nicolás Sánchez-Albornoz (3) se pregunta: ¿Quiénes son a todo esto los exiliados españoles? La pregunta no tiene respuesta simple. Una acepción restringida reserva la condición a quienes hubieron de buscar refugio tras la derrota militar. Son la mayoría, pero no todos. Una definición de esta índole deja fuera nada menos que a Margarita Xirgu, a quien le sorprendió la guerra fuera de España, o a aquellos primeros miembros de la Casa de España nucleados en México antes de que finalizara el conflicto bélico. Hubo incluso quien residía desde hacía años en América y asumió motu proprio la condición. Es el caso de Guillermo de Torre, como nos recuerda luego Emilia de Zuleta. Es más, a Manuel de Falla le tocó la sublevación en el bando rebelde, pero su distanciamiento le condujo a Argentina aunque ni siquiera era un republicano incondicional.
La salida de España con los soldados rebeldes y extranjeros a los talones, ya sea por el Pirineo o Cartagena, como antes por Santander o Bilbao, sólo caracteriza una parte del destierro. Es más, el exilio no cesó de nutrirse de partidas posteriores. Por un lado, hay que tener en cuenta a cuantos no tuvieron oportunidad de dejar el país de forma inmediata. Después de años de cárcel y de la derrota alemana, algunos lograron realizar sus deseos y marcharse. A ellos se suman los familiares que quedaron atrás y sólo pudieron reunirse con los suyos en América al cabo de un tiempo. El régimen de Franco, por otra parte, siguió por decenios echando exiliados al mundo. Muchos opositores, algunos incluso sin edad para haber participado en la guerra, engrosaron sus filas. Tampoco hay que olvidar que el título se aplica por extensión a extranjeros. Emilia Salas Viú recuerda en su escrito a los compositores procedentes de las Brigadas Internacionales que, en México, vivieron como refugiados españoles. También el periodista argentino Valentín de Pedro, habiéndose librado de ser fusilado, logró volver a su país y allí vivió como desterrado.
Si hubo incorporación incesante al exilio, también hubo sustracciones antes de tiempo. Muchos exiliados han dejado sus huesos en América o no han vuelto a vivir en España. No así otros, sin embargo, como Alejandro Casona, que decidió un día poner fin a su expatriación y regresó a su tierra, donde por años prosiguió su obra dramática. ¿Puede desgajarse del exilio cuanto realizó en Argentina, debido a su decisión posterior?
Como fenómeno social, el exilio presenta capas y registros múltiples, de naturaleza dinámica, de quita y pon, y con fronteras fluctuantes. El exilio importa una condición jurídica que obliga a llevar en el bolsillo un pasaporte internacional o de un país ajeno, pero es también un estado de conciencia aunque se cuente con documentación española. El rasgo común a todas estas situaciones resulta, en suma, la desafección vivida fuera del país. A falta de desarraigo físico, no cabría por tanto la expresión "exilio interior" que también se escucha.
Por último, José Blanco Amor (4) se interroga: ¿Cuántos exiliados españoles llegaron a la Argentina? Cuarenta y cinco años después no hay quien sepa responder a esta pregunta. Se supone que a México fueron unos treinta mil, pero nadie aventura una cifra posible para la Argentina. Aquí llegaban en pequeños grupos y después iban apareciendo nombres que los nuevos vecinos de la ciudad acogían con entusiasmo y que los "antiguos residentes" -como se nos llamaba a los que ya estábamos aquí- tratábamos como nuevos amigos.
El Dr. Ángel Ossorio y Gallardo, último embajador de la República, entregó la embajada a su sucesor, el conde de Bulnes, y fue a despedirse del presidente Roberto M. Ortiz. "Sólo me permito hacerle un pedido -dijo el ilustre jurisconsulto-: ahora vendrán muchos españoles a la Argentina y le pido que sean recibidos con benevolencia".
-Serán recibidos con benevolencia -fue la tajante respuesta del Dr. Ortiz-, siempre que vengan a trabajar. No necesitamos más señoritos para la Avenida de Mayo.
Al mundo oficial argentino, aunque fuera a un político liberal como el Dr. Ortiz, no le interesaba tanto el aporte que podían traerle al país los exiliados españoles, ya que eran y serían siempre unos peligrosos izquierdistas. El pueblo argentino los recibió con el mejor espíritu de solidaridad y a algunos les prestó la ayuda necesaria para que pudieran orientar sus primeros pasos en el exilio. Esto explica que no hayan desembarcado todos en el puerto de Buenos Aires ni que no hayan utilizado la misma ruta para llegar a la nueva tierra de promisión. Pero todos pasaron algún día por esa Avenida de Mayo tan criticada por el presidente de la República. Poco a poco, con cautela y sin ruido, se fueron revelando las procedencias: unos habían venido vía Chile, otros desde el Uruguay y muchos desde Bolivia y Paraguay, países que no les ofrecían dificultades para revalidar sus títulos universitarios. El punto de recalada era la Argentina, Buenos Aires, la Avenida de Mayo.
Los "señoritos" comenzaron a trabajar con entusiasmo, principalmente en las editoriales fundadas por españoles (Losada, Sudamericana, Emecé), y los periodistas fueron recibidos con simpatías en algunos diarios y revistas. Estos españoles que se iban asomando lentamente con semanas y meses de distancia unos de otros, no dejaron sus huellas dactilares en ningún documento para la historia. Por eso no se sabe cuántos vinieron ni cómo lo hicieron. Oficialmente eran españoles que vivían en la Argentina. Hay quien asegura que los que ingresaron con su pasaporte legalizado por autoridades argentinas no pasan de setenta (70). Los demás ingresaron en el país como pudieron.
TERCERA PARTE:
5 DE NOVIEMBRE DE 1939: EL "MASSILIA", BUQUE INSIGNIA DEL EXILIO ESPAÑOL
Este navío de la Compagnie de Navigation Sud Atlantique fue puesto en servicio en 1920 uniendo Burdeos con América del Sud. Ese mismo año llegó por primera vez a la Argentina. Su último arribo fue años más tarde, en 1939.
Durante este período, y a lo largo de los 101 viajes que realizó a la Argentina, transportó a un total de 23069 pasajeros. Los puertos de embarque más utilizados en orden de importancia fueron: Burdeos, Vigo, Montevideo, Río de Janeiro, Lisboa, Santos La Pallice, Génova, Amberes.
El 18 de junio de 1940 -poco después del naufragio del " Champlain "-,el " Massilia " llegó a La Pallice, aunque con mejor suerte, ya que escapó de las minas alemanas.
En reemplazo de su infortunado compañero, el "Massilia" repatrió a Argelia a los 27 parlamentarios franceses hostiles al régimen de Vichy y otros hombres. El 21 de agosto de 1944, el navío fue saboteado por los alemanes en rada de Marsella durante los combates por la liberación de la ciudad.
CAPÍTULO UNO: TRES PASAJEROS ILUSTRES
Entre los numerosos viajes realizados por el "Massilia", podemos resaltar la presencia de tres pasajeros ilustres.
Por un lado, la madre de Carlos Gardel - Berthe Gardes- se hacía todos los años una escapada de tres o cuatro meses a Toulouse para ver a su viejita y a su hermano Jean. Iba y volvía exclusivamente en el buque "Massilia", cuya oficialidad guardaba deferentes consideraciones para la suave señora francesa, madre de un célebre cantor argentino, tan modesta a la vez, que jamás quiso viajar en primera (5) .cl
Por otro lado, Marcelo T. de Alvear -quién se desempeñaba como embajador argentino en Francia durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen- abordó el "Massilia", el 19 de agosto de 1922, rumbo a Buenos Aires, pues recientemente había sido electo Presidente de la República. Arribó al puerto de Buenos Aires el 3 de septiembre, siendo recibido en la explanada por su antecesor.
Por último, el 27 de diciembre de 1923 falleció el escritor Ángel Estrada - hermano de José Manuel - a bordo del buque , cuando la nave se encontraba frente a Río de Janeiro. Retornaba muy enfermo de Europa sufriendo una agonía que lo obligó durante la travesía a permanecer acostado en su camarote.
Conocido el deceso, de inmediato, se formó la comisión de homenaje presidida por el decano de la facultad de Filosofía y Letras, Dr. Ricardo Rojas que se adelantó a Montevideo para recibir el cadáver del extinto. "El Massilia" llegó al puerto el 2 de enero de 1924. Sus restos fueron trasladados a la vivienda de los Estrada en la calle Bolívar donde se instaló la capilla ardiente.
Al velatorio concurrieron: el ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Angel Gallardo - gran amigo del óbito -; el intendente municipal Dr. Carlos M. Noel; el ministro de Agricultura Dr. Le Breton mientras que el presidente de la República, Dr. Marcelo T. de Alvear, se hizo representar por uno de sus edecanes (6) .
CAPÍTULO DOS: LA LLEGADA DEL "MASSILIA" EL 5 DE NOVIEMBRE DE 1936 (7)
En los últimos años han aparecido diversos trabajos historiográficos que han contribuido al conocimiento del exilio republicano español en Argentina (8) . Sin embargo, el episodio más famoso relacionado con los refugiados españoles, dentro y, sobre todo, fuera del ámbito académico, al menos en Argentina, continúa siendo la llegada del vapor francés Massilia al puerto de Buenos Aires el 5 de noviembre de 1939. Es conocido que desde el comienzo de la Guerra Civil española el Gobierno argentino se mostró reacio a acoger a los expatriados y expatriadas españoles (9) , en especial a aquellos que arribaban en grupos numerosos y cuya llegada tenía una importante repercusión en la prensa del país. Esta actitud contraria solo tuvo dos excepciones: una referida a los refugiados vascos, en concreto a las 1.500 personas que se instalaron en Argentina mediante el Comité Pro Inmigración Vasca (10) , y otra a los pasajeros españoles del Massilia.
Frente a algunas consideraciones generales que señalan la república austral como un destino relativamente sencillo para los exiliados republicanos españoles, defendemos la hipótesis de que fueron numerosas las dificultades que debieron sortear hasta lograr su instalación en el país. De ahí que el objetivo del presente trabajo sea abordar dos tipos de obstáculos concernientes a la primera etapa del proceso migratorio de los refugiados. Esto es, por un lado los político-administrativos, y por otro, los físicos o bélicos, que afectaron sobre todo a los desplazados durante la II Guerra Mundial, y quedan patentes en la travesía del Massilia. Pero antes de profundizar en ellos expondremos de manera sucinta algunos detalles referidos al contexto y al viaje del vapor francés.
La actuación del Gobierno argentino con respecto a los exiliados españoles del Massilia que, como más adelante indicaremos, en un principio no se dirigían a Argentina, fue un hecho coyuntural que respondió a las presiones del momento. La Guerra Civil española se había vivido en el país del Plata con una intensidad especial (11) . En 1936 la colectividad española continuaba siendo cuantitativamente la segunda más importante de Buenos Aires después de la italiana; conformaba el 13 % de la población con unas 325.000 personas (12) . Pero además hay que añadir que la guerra de España tradujo en términos inteligibles a la sociedad latinoamericana los dilemas que pronto iban a destrozar Europa (13) . Por lo que respecta a la sociedad argentina, el golpe de estado del general Franco el 18 de julio no hizo más que agudizar las tensiones ideológico-políticas que vivía. Gran parte de la población argentina y de las comunidades emigradas que residían en el país, en especial la española, se situó a favor del bando republicano y llevó a cabo una campaña de solidaridad a través de la prensa, realizando actos públicos para recaudar fondos y enviar ayuda material a España. Tras el final de la contienda esta adhesión a la causa republicana se concretó en el apoyo brindado a los expatriados, y buena muestra de ello fue, por ejemplo, la actuación con respecto a los pasajeros y pasajeras españoles que llegaron al puerto de Buenos Aires el 5 de noviembre de 1939.
Desde el puerto industrial de La Pallice en la ciudad francesa de La Rochelle se embarcaron en el Massilia 384 personas de diversas nacionalidades, de las cuales 262 arribaron a Buenos Aires. Sin embargo, más de la mitad de estas personas, en concreto las de nacionalidad española, no poseía el permiso de libre desembarco en Argentina. Como más adelante señalaremos, los mecanismos más recurridos entre la población española para ingresar en la república austral durante los años 30 y 40 del siglo pasado fueron tres: la carta de llamada, la condición de "antiguos residentes" y el visado de turista. El tercero se convirtió en una estrategia común entre las personas que carecían de familiares en Argentina o de la documentación necesaria, y además disponían de medios económicos para pagar un pasaje en primera clase, comprometiéndose mediante una solicitud ante el consulado de origen a regresar antes de tres meses. Promesa que en escasas ocasiones se cumplió. Otra forma de ingreso, que obviamente no aparece registrada en las fuentes oficiales, fue la de presentar un visado en tránsito a otros países y aprovechar la escala del vapor en el puerto de Buenos Aires para establecerse en Argentina. Alrededor de la desesperación para huir a América de los españoles y de otros refugiados europeos surgió un negocio lucrativo que hizo posible la compra de estos documentos en el mercado negro. Por un lado, se dice que algunos consulados supieron sacar partido de la dificultad para ingresar en Argentina. Por otro, que en algunos cafés europeos, especialmente parisinos ‒como el Deux Magots o La Coupole‒, se podían comprar estos permisos para varios países por diferentes cantidades sobre las que todavía no existe una cifra concreta.
En el vapor "Massilia", según la prensa argentina, se embarcaron 147 republicanos y republicanas españoles en tránsito a otros países americanos: 132 a Chile, que era el destino final de la travesía, 9 a Bolivia y 6 Paraguay (14) . Entre ellos sobresalía un nutrido grupo de intelectuales del cual destacamos al periodista Antonio Salgado y Salgado, al abogado y escritor José Ruiz del Toro, al periodista y escritor Arturo Cuadrado Moure, al Catedrático Wenceslao Roces, al pintor y escenógrafo Gregorio (Gori) Muñoz Montenegro, al abogado y legislador Pere Corominas Muntanya ‒que murió a los pocos días de su llegada‒, a la escritora Elena Fortún, a los periodistas Mariano Perla y Clemente Cimorra, al dibujante Andrés Dameson, al compositor Salvador Valverde y al ex diputado de Izquierda Republicana Elpidio Villaverde, entre otros (15) .
Además de los que viajaron con visados en tránsito se encontraban los que habían recurrido a su condición de antiguos residentes y quienes habían logrado una carta de llamada y cumplían los requisitos burocráticos. Cuando el vapor francés atracó en el puerto de Buenos Aires todos los pasajeros y pasajeras en tránsito a otros países fueron obligados a permanecer en el barco hasta que no partieran a sus destinos finales. El éxito de la misión, perseguida desde su comienzo por los rumores que apuntaban que el Massilia sería bombardeado por submarinos nazis, y las penosas condiciones en que los pasajeros, en su mayoría refugiados europeos (16) , realizaron la travesía no conmovieron a las autoridades argentinas. Esta situación provocó que el 5 de noviembre de 1939 recorrieran el país las fotos de los recién llegados retenidos en el barco saludando desde los ojos de buey a la población que se había congregado en el puerto para mostrarles su apoyo.
A través de los medios que defendían la legalidad de la II República española y a sus partidarios se acusaba al Gobierno argentino de ignorar su tradicional política de asilo, así como de retener y negar la entrada a algunas de las principales figuras de la intelectualidad española que huían de la represión franquista. La presión que la opinión pública ejerció sobre el Gobierno argentino hizo que éste se viera obligado a permitir que los españoles y españolas en tránsito a otros países desembarcaran y permanecieran en Argentina. En este sentido fue decisiva la labor del diario pro-republicano Crítica y de su director Natalio Botana, quien ofreció a muchos de ellos puestos de trabajo ‒condición indispensable para permanecer en el país como más adelante veremos‒ en la redacción de su periódico y una suma importante de dinero para su mantenimiento hasta que se acomodaran en su lugar de destino. La actitud de Botana, que fue colmada de leyendas, quedó fuertemente grabada en la memoria de la colectividad española de Argentina, y en especial de los refugiados y refugiadas (17) .
CAPÍTULO TRES: HOMENAJES AL EXILIO ESPAÑOL EN EL 2009
La conmemoración del 70 aniversario del inicio del exilio español de 1939 (18)
Del 20 al 22 de octubre de 2009, se realizó un ciclo de conferencias, mesas redondas y recitales -tanto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (C.A.B.A.) como en la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe)- en "Conmemoración del 70 aniversario del inicio del exilio español de 1939". La institución organizadora y patrocinadora fue la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), Centro UNED de Buenos Aires. Colaboraron en la realización de este ciclo: la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Museo de Arte Español "Enrique Larreta", la Embajada de España en Buenos Aires - Consejerías Cultural, de Trabajo e Inmigración y de Educación-, la Asociación "La Nube", Infancia y Cultura, el Centro de Estudios Pianísticos de Buenos Aires, la Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricos Contemporáneos (AEMIC) y MANES.
La Conferencia inaugural, titulada "Memoria del exilio republicano español en Argentina", a cargo de María Teresa Pochat (U.B.A.) se desarrolló el día 20, en el Palacio de la Legislatura de la C.A.B.A.
El día 21 de octubre, en el Museo de Arte Español Enrique Larreta (Juramento 2291), se inauguró una muestra de libros sobre el exilio español titulada "Infancia, literatura y exilio del 39: Libros en la colección de Ana Pelegrín", que estuvo abierta al público hasta el 2 de noviembre en el horario del museo (Lunes a viernes de 14 a 20 hs; sábados, domingos y feriados de 10 a 20 hs.). Asimismo, hubo una conferencia titulada "Infancia y Cultura: Argentina - España y el Exilio. Libros en la vida y obra de Ana Pelegrín (1938-2008)", cuyo disertante fue Pablo L. Medina (Asociación "La Nube", Infancia y Cultura). Por último, Alicia Alted Vigil fue la moderadora de una mesa redonda titulada "Literatura infantil y exilio de 1939", con la participación de Javier Flor Rebanal (Revista Peonza), Gabriel Janer Manila (Escritor), Teresa Jiménez-Landi (Investigadora) y Eugenio Otero Urtaza (Universidad de Santiago de Compostela).
Más tarde, en el Palacio de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Salón Dorado - Perú 130), se desarrolló una mesa redonda titulada "El exilio de los niños de la guerra", moderada por María del Carmen Fernández-Salguero Suárez, con la participación de María del Carmen Alzueta Lozano, Carlos Ibáñez Lagarejos, Josefina Peláez, Armando Velasco, José Luis Vidaller Nieto ("Niños de la Guerra" residentes en Argentina).
A continuación, se realizó una conferencia titulada "Músicos exiliados en Argentina", a cargo de Jorge de Persia (Musicólogo, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona). Finalizó la jornada con un recital de piano a cargo de Marcelo Balat (Obras de "Músicos exiliados en el Río de la Plata", selección de Jorge de Persia).
El día 22 de octubre se realizó el acto inaugural en la ciudad de Rosario, en el Museo de la Memoria (Aristóbulo del Valle 2650, ex Estación Rosario Norte, Rosario). La conferencia inaugural, titulada "Los tejidos de la memoria", estuvo a cargo de José Francisco Álvarez (Filósofo, UNED). A continuación, hubo una mesa redonda titulada "Testimonios de exilios (España, 1939/ Argentina, 1976)", moderada por Ana María Figueroa (Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, Archivo Nacional de la Memoria), con la participación de Carlos Pereda (España, 1939)/Iván Hernández Larguía (Argentina, 1976). Seguidamente, el fotógrafo Gustavo Germano estuvo a cargo de la conferencia titulada "Rostros de exilios". Culminó la jornada con la inauguración y visita guiada de la exposición "Federico García Lorca en Buenos Aires y en Rosario" - Comisario: Pablo L. Medina (Asociación La Nube, Infancia y Cultura)
El homenaje de la C.A.B.A. al "Massilia" (19)
En reconocimiento al valioso legado cultural aportado por los exiliados republicanos a Buenos Aires, el miércoles 4 de noviembre de 2009 se llevó a cabo un acto que se desarrolló en el espléndido marco del Salón Dorado de la Casa de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, situado en el edificio que fuera del diario La Prensa, en la Avenida de Mayo de la capital argentina. El homenaje fue organizado por la Dirección de Patrimonio e Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, recordando la importancia cultural que reviste la fecha de llegada de los 150 exiliados que cruzaron el Atlántico en el buque 'Massilia' y con el fin de rendir especial tributo a los republicanos españoles exiliados en Buenos Aires.
Entre el público, se encontraban miembros del Centro Betanzos, del Rincón Familiar Andaluz, del Casal de Catalunya, del PSOE Buenos Aires y el actor argentino Eduardo Blanco, intérprete -entre otras- de 'Vientos de agua', obra que refleja el fenómeno de la emigración europea a la Argentina.
En el acto intervino Salvador Valverde Calvo, periodista, autor de cuentos, guionista en radio y televisión, comediógrafo y autor del guión de unas cuarenta y cinco películas argentinas e hijo del recordado Salvador Valverde. Ambos formaron parte del pasaje del 'Massilia'.
También Liliana Barela, directora general de Patrimonio e Instituto Histórico (Ministerio de Cultura-Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) y el consejero de Trabajo e Inmigración de la Embajada de España, Guillermo Hernández Cerviño.
Finalizadas las exposiciones, se hizo entrega de distinciones a Marisol Salgado, Francisco Villaverde y Salvador Valverde Calvo, quienes llegaran a la Argentina a bordo del 'Massilia' siendo niños. También fue distinguida la Federación de Sociedades Gallegas, por su resguardo de la Memoria Republicana recibiendo el certificado correspondiente su titular, Francisco Lores Mascato.
CUARTA PARTE:
EL APORTE DEL EXILIO ESPAÑOL A LA SOCIEDAD ARGENTINA
INTRODUCCIÓN
Buenos Aires, en particular, fue más importante en el conjunto del exilio republicano que lo que el mero número de los refugiados haría suponer. Dicha relevancia ha sido reconocida institucionalmente: el 28 de octubre de 2006, en la intersección de la Avenida de Mayo y Salta de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se colocó una placa en la que se rinde homenaje de la Legislatura capitalina "a los caídos, exiliados y represaliados en defensa de la II República Española, en su 75º aniversario (1931-2006)" (20) .
Es así que, junto con México, la Argentina es uno los países en que la presencia e influencia del exilio cultural español fue más importante (21) . De todos modos, así como es imposible cuantificar a los exiliados, resulta inverosímil catalogar enteramente su aporte a nuestra sociedad. No obstante, a continuación esbozamos distintas áreas del quehacer nacional que se han visto enriquecidas gracias al esfuerzo del exilio español, que justifican la necesidad de un sincero reconocimiento de nuestro pueblo.
CAPÍTULO UNO: VOZ Y OÍDO DEL EXILIO
El teatro y el cine argentino se vieron iluminados con la presencia de personalidades de renombre internacional. Margarita Xirgu (22) , Narciso Ibáñez Menta, Ignacio Quirós, María Luisa Robledo, Tania, María Vaner, Alberto Closas compartieron tanto las tablas como la pantalla. Entre los directores cinematográficos se encuentra Antonio Momplet. También debemos recordar al productor-director cinematográfico Benito Perojo junto a los intérpretes Catalina Bárcena, Ernesto Vilches, Pedro López Lagar y Enrique A. Diosdado. De los técnicos, músicos y escenógrafos cabe mencionar a José María Beltrán, José Cañizares y Gori Muñoz (23) .
Mención especial merece Manuel García Ferré: artista gráfico, historietista y animador argentino de origen español, nacido en Almería y radicado en nuestro país desde los 17 años. Su arte ha sido orientado plenamente a los niños, siendo el creador de famosos personajes infantiles, como Anteojito, Hijitus, Larguirucho, Petete y Calculín, así como de tiras animadas televisivas, largometrajes animados y la revista Anteojito.
Por último hay tres músicos de renombre: junto a Jaime Pahissa y Julián Bautista debemos destacar a Manuel de Falla, siendo que el Conservatorio Superior de Música de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lleva su nombre (24) .
CAPÍTULO DOS: EL EXILIO, RENOVADOR DE LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS Y CIENTÍFICAS
En el ámbito universitario, cabe destacar que la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) tiene dos institutos cuyas figuras descollantes han sido exiliados españoles. Por un lado, el Instituto de Historia de España de Buenos Aires, creado para quien fuera su director, don Claudio Sánchez-Albornoz (25) . Por el otro, el Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas que lleva el nombre "Dr. Amado Alonso", cuyo director-fundador -en 1923- fue Américo Castro Quesada, centro que lo acogería en 1937 durante los primeros meses de su exilio
El 17 de abril de 2008 se impuso una placa con el nombre de Joan Corominas al Instituto de Lingüística de la Universidad Nacional de Cuyo, fundada por él.
En 1955 Clemente Hernando Balmori fue profesor de Filología y director del Instituto de Filología en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata. Auspició el estudio de idiomas indígenas en Argentina y la toponimia guaraní de Entre Ríos. En 1961 fue Jefe de Investigaciones del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). En 1964 se incorporó al Centro de Estudios Lingüísticos de la Universidad de Buenos Airesi (26) .
Las matemáticas en la República Argentina han estado influidas por el español Julio Rey Pastor desde su llegada al país en 1917. Ello fue terreno fértil para la venida de Esteban Terradas, Manuel Balanzat, Ernesto Corominas, Pedro Pi Calleja y Luis A. Santaló (27) .
Entre los nombrados, destacamos que la Universidad de Buenos Aires le otorgó a Luis A. Santaló el título de profesor emérito. Publicó más de cien trabajos de investigación fundamental y de divulgación; y varios libros, en especial sobre Geometría Integral, tema del cual se lo considera uno de sus fundadores. Por otro lado, en 1977 Manuel Balanzat fue designado Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires y en 1991 lo fue por la Universidad Nacional de San Luis.
En suma, las aulas universitarias de todo el país se han poblado de profesores provenientes del exilio español. Lo que sigue es una breve nómina aportada por Diaz-Regañón (28) .
Medicina y Antropología: Manuel Balanzat de los Santos (Universidad Nacional de Cuyo - UNCUYO), Antonio Baltar Domínguez (UNCUYO), Ernesto Corominas Vigneaux (UNCUYO), Juan Cuatrecasas Arumi (Universidad Nacional del Litoral - UNL, Universidad Nacional de La Plata - UNLP), Pedro Justo Gárate Arriola (UNCUYO), Fernando Más Robles (UNCUYO), Fernanda Monasterio Cobelo (UNCUYO, UNLP, Universidad Nacional del Sur - UNS), Julio Rey Pastor (UBA), Gumersindo Sánchez Guisande (UNCUYO), Luis Antonio Santaló Sors (UNL, UNLP, UBA), Joaquín Trías Pujol (UNLP, UNCUYO). Pedagogía y psicología: Ángel Juan Garma Zubizarreta (UNLP), Lorenzo Luzuriaga Medina (Universidad Nacional de Tucumán - UNT (29) ), María Luisa Navarro de Luzuriaga (UNT). Filosofía: Manuel García Morente (UNT). Filología: Américo Castro (UNLP), Juan Corominas Vigneaux (UNCUYO), Clemente Hernando Balmori (UNT, UNLP), Manuel Llamana (UNS, UNT). Historia: Rafael Olivar Bertrand (UNS), Claudio Sánchez-Albornoz (UNC, UBA, UNL, UNLP), Nicolás Sánchez-Albornoz (UNL, UNS, UNLP), Albero Vilanova Rodríguez (UNLP, Universidad Nacional del Nordeste, UNS). Geografía: José Bernal Ulecia (UNS), Julio Hernández Ibañez (UNS).
CAPÍTULO TRES: EL APORTE A LA SALUD Y AL DERECHO
Es larga la lista de médicos que desembarcaron en nuestro país: Juan Medina Tur, J. Martín Echeverría, Enrique Rodríguez, Felipe Jiménez de Asúa, Francisco Bergos Ribalta, Juan Aguilar, Luís Martínez Antonissen, Juan Benavente, Miguel Cárdenas, Manuel Bastos Ansart, Fernando Martínez Sans, Jaime Valls Daffo, Alfonso Díaz Trigo, Estanislao Lluesma Uranga, Justo Gárate, Gumersindo Sánchez Guisande, Emilio Mira y López, Javier Cortada, Manuel Miñones, Tomás Pumarola, José María Bagó, David Vallmitjana, Fernando Más Robles, Joaquín y Antonio Trías Pujol, Francisco Morán Miranda, Antonio Baltar, Luis Saye, Fernanda Monasterio, Luís Córdoba, Alfonso Castelao y Juan Cuatrecasas (30) .
Mención especial merecen tanto Pío del Río Hortega como Ángel Garma. El primero, después de Cajal, es la figura más destacada de la llamada Escuela Histológica Española, conocido sobre todo por su descubrimiento de la microglia, llamada también "células de Hortega". Por su parte, Ángel Garma, junto a otros psiquiatras residentes en Argentina, fundó la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), la primera de Latinoamérica, con sede en Buenos Aires y Garma fue el primer presidente de la institución. Un año más tarde, comenzaron a editar la Revista de Psicoanálisis, primera publicación de esta materia de habla castellana. En 1945, fundó también el Instituto Psicoanalítico de Buenos Aires, siendo su primer director.
Entre los juristas, es necesario resaltar el nombre de Luís Jiménez de Asúa. La Sala Luis Jiménez de Asúa corresponde al despacho del Subdirector del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales Ambrosio Lucas Gioja de la Facultad de Derecho de la UBA. En esta sala se encuentra un acta y declaración de la independencia (31) . Además, llevan su nombre ciclos de conferencias sobre derecho penal en dicho instituto.
CAPÍTULO CUATRO: EXILIO Y COMUNICACIÓN
Las casas editoriales
Tomando como base los pioneros estudios de Emilia de Zuleta (32) , María Teresa Pochat (33) señala que en la década de los años cuarenta la Argentina pasa a ocupar el primer puesto en la industria editorial en lengua española y Buenos Aires es considerada "la mayor ciudad editora del libro en castellano".
El proceso de crecimiento alcanza sus picos más altos entre 1942 y 1947 (34) , cuando, a consecuencia del conflicto español y de la Segunda Guerra Mundial, la Argentina se convierte en uno de los principales proveedores de libros en nuestro idioma. En palabras de José Blanco Amor, "de aquel vértigo editorial argentino sólo pueden dar testimonio quienes lo vieron nacer" (35) .
Para comprender el fenómeno, conviene conocer algunos antecedentes, que Emilia de Zuleta ha analizado detenidamente (36) , como el desajuste entre la industria editorial española y el mercado del libro argentino, que se agudiza en los años treinta provocando grandes discusiones sobre propiedad intelectual, traducciones, derechos de autor, importación de libros, etc.
En la polémica fue protagonista José Venegas, entonces conocido periodista de El Sol madrileño y dedicado a trabajos de difusión del libro español en América del Sur. En 1931 recomienda a las editoriales españolas centralizar sus exportaciones a América y crear en cada país un depósito de la totalidad de sus libros (37) y en 1933 plantea los problemas de los derechos de autor y la necesidad de una organización gremial que agrupe a escritores, libreros y editores (38) .
Esta preocupación, compartida por muchos argentinos y españoles, pone de relieve la problemática de una industria editorial argentina joven aún pero ya pujante, como lo revelan en 1938 las muestras de libros realizadas en distintas capitales hispanoamericanas y en la sede del Centro Italiano de Estudios Americanos en Roma, o la Exposición organizada por la Comisión Argentina de Cooperación Intelectual en la Biblioteca Nacional de París. En oportunidad de esta última, Paul Valéry destaca el alto nivel cultural y la rigurosa exigencia gráfica del libro argentino (39) .
Los españoles exiliados que llegan al país en esos años encuentran, pues, campo propicio para trabajar en el mundo del libro, en el que participarán activamente, ya como editores, directores de colecciones, autores, traductores o críticos, ya como ilustradores, diagramadores, correctores, impresores, distribuidores y libreros.
Aquí vale destacar la labor realizada por el Patronato Hispano-Argentino de Cultura. Además, como ya adelantamos, en varios casos se produjo la transformación en editoras argentinas de las casas españolas que funcionaban como distribuidoras y librerías. Esto ocurrió, por ejemplo, con Labor, con Juventud, que pasó a ser Juventud Argentina con su conocida Biblioteca Primor, y también con Sopena, representante en Buenos Aires de la editorial de Barcelona, que con el sello de Sopena Argentina edita numerosas revistas y también la "Biblioteca Mundial", con gran variedad de diccionarios y una enciclopedia que alcanzó notable difusión.
Muy interesante es el caso de Espasa- Calpe, que en 1937 se transforma en Espasa-Calpe Argentina. Entre las nuevas editoriales en que tuvo protagonismo el exilio español, podemos enumerar: Editorial Losada, Editorial Sudamericana, Editorial Emecé, las Editoriales Nova y Botella al Mar, la Editorial Pleamar, la Editorial Nuevo Romance, la Editorial Poseidón, la Editorial Vasca Ekin, las Ediciones Jurídicas Europa-América, las Ediciones Oberón y Periplo, la Editorial Bajel. Por último, hubo muchas otras editoriales donde los exiliados trabajaron y publicaron sus obras.
Los escritores
Diego Abad de Santillán, Rafael Alberti, Melchor Almagro de San Martín, Francisco Ayala, Rosa Chacel, Guillermo de Torre, Ramón de Valenzuela, Rafael Dieste, Ramón Gómez de la Serna, Arturo Serrano-Plaja y María Teresa León, son algunos de los escritores españoles del exilio que engalanaron las letras argentinas.
Las revistas literarias (40)
Desde el ángulo de los intelectuales que colaboraron en publicaciones argentinas, hubo emigrados como Ortega y Gasset, Pérez de Ayala o Guillermo de Torre que lo hacían habitualmente desde hacía años y para quienes la Guerra Civil no significó una suspensión de esta presencia, antes bien, la incrementó. Otros, como Niceto Alcalá-Zamora, Ángel Ossorio y Gallardo o Francisco Ayala, eran bien conocidos en el ambiente intelectual argentino y su inserción o reinserción se produjo rápidamente ante un público receptor que los seguía asiduamente.
En ambos casos este proceso se cumplió con fluidez y, en un lapso breve, ese grupo de exiliados se hallaba integrado en los espacios más prestigiosos del campo intelectual argentino de aquellos años: los suplementos literarios de los grandes diarios, La Nación y La Prensa, y las principales revistas, Nosotros y Sur.
Un fenómeno distinto se produce en relación con un fuerte núcleo de exiliados que debieron buscar cauces propios que se definen plenamente en un segundo momento, a partir de 1942. Muchos de ellos fueron acogidos en diarios como Crítica, que les abrió sus puertas generosamente (41) , y en muchas revistas de carácter general.
El periodismo (42)
Solo algunos periodistas que salieron de España durante la Guerra Civil o al término de ésta pudieron reanudar sus colaboraciones en diarios para los que ya habían trabajado. Fue el caso, por ejemplo, de Corpus Barga, que durante los años cuarenta fue corresponsal en París del diario La Nación, de Buenos Aires, cuya agencia en Berlín y Madrid había dirigido en los años treinta.
Aparte de México, fue en Argentina en donde los emigrados españoles encontraron un más fácil acomodo en publicaciones periódicas. Algunos llegaron a formar parte del cuadro de redactores de las mismas. Otros contribuyeron a su aparición (Francisco Ayala, por ejemplo, fue uno de los promotores de Realidad). Entre los establecidos en este país, hay que citar a Alicio Garcitoral, Francisco Madrid, Clemente Cimorra, Guillermo Díaz Doín, Raimundo Díaz Alejo, Diego Abad de Santillán, José Venegas, Manuel Villegas López e Isaac Pacheco.
CAPÍTULO CINCO: EL ARTE EDILICIO Y MURAL DEL EXILIO
El arquitecto, urbanista y diseñador Antonio Bonet Castellana fue co-fundador del Grupo Austral. Se le atribuye junto a sus socios el mítico sillón BKF. Asimismo, proyectó la Casa de Estudios para Artistas en Buenos Aires; y el edificio Terraza Palace y las galerías Rivadavia y de las Américas en Mar del Plata.
El pintor Manuel Colmeiro Guimaraes fue co-autor de los murales de las Galerías Pacífico, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El artista plástico Wilfredo Viladrich realizó, entre otras obras, una escultura en el Mausoleo de Liliana Crociati (1970) en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Respecto al dibujante, pintor y grabador Luis Seoane, en 2003 se realizó una gran retrospectiva en el Centro Gallego de Arte Contemporáneo (CGAC) en Santiago de Compostela, que luego se llevó al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Se realizaron otras sobre su pintura, obra gráfica, carteles y libros ilustrados. Entre las más relevantes sobresale la titulada "Buenos Aires. Escenarios de Luis Seoane" (octubre-diciembre de 2007), en la propia Fundación Luis Seoane, que recreó la ciudad y el entorno de Seoane en la capital argentina, publicándose a la par un libro-catálogo con el inventario más completo existente sobre los murales del artista en Buenos Aires (más de 50), la más extensa cronología hecha hasta la fecha, varios textos de autores argentinos y gallegos, y todas las obras que integraron la muestra.
CONCLUSIÓN
Consideramos que, como representantes del pueblo argentino, tenemos el deber de reconocer la valiosa contribución a nuestra República de los hombres y mujeres que llegaron desde España, en un momento doloroso de su historia. Algunos se quedaron, otros se fueron. Pero todos dejaron su huella en los distintos ámbitos del quehacer nacional.
El pueblo argentino los recibió con los brazos abiertos. Y ellos correspondieron con su esfuerzo que, en algunos casos -como señalamos más arriba- son ostensiblemente visibles. Pero tampoco queremos olvidarnos de aquellos que se han amalgamado silenciosamente al diario quehacer nacional.
Por todo ello es que estimamos necesario hacer un reconocimiento expreso a los exiliados españoles, que han ayudado a forjar la Argentina del presente. Consideramos oportuno fijar un día nacional de conmemoración, tomando el día de llegada del vapor "Massilia" -el 5 de noviembre de 1939- como fecha simbólica. Sin embargo, queremos incluir en esta celebración a todos aquellos exiliados, cuyos nombres hayan sido o no citados en trabajos de investigación, pero cuya obra ha sido igualmente valiosa para nuestra República.
Proyecto
Firmantes
Firmante Distrito Bloque
PILATTI VERGARA, MARIA INES CHACO FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ
MENDOZA, SANDRA MARCELA CHACO FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ
SOTO, GLADYS BEATRIZ CHACO FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ
TINEO, JAVIER HECTOR LA RIOJA FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ
CARMONA, GUILLERMO RAMON MENDOZA FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ
CIAMPINI, JOSE ALBERTO NEUQUEN FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ
Giro a comisiones en Diputados
Comisión
RELACIONES EXTERIORES Y CULTO (Primera Competencia)
LEGISLACION GENERAL