La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Declarar su profunda consternación por la enorme tragedia ocurrida el 12 de abril del corriente año en el mar Mediterráneo, a 130 kilómetros de la costa de Libia y a 220 de la Italiana, provocada por el naufragio de un barco que transportaba más de 700 inmigrantes y refugiados del norte de África, medio oriente y Asia, y que causó la muerte de la mayoría de sus tripulantes, que incluía entre 40 y 50 niños y 200 mujeres. Las personas rescatadas son cerca de 150.

Declarar su preocupación por la suspensión del Programa Italiano Mare Nostrum, que contribuyó a salvar a miles de personas que naufragaron en las mismas condiciones.

Exhortar al Gobierno de Italia y a la Unión Europea, que financiaba el mencionado programa, a que vuelva a aplicarlo, a que invierta mayores recursos para la prevención de este tipo de naufragios, y a que ponga en agenda la reforma de las políticas de inmigración. La Argentina ofrece su cooperación en este sentido.

Señor presidente:

El flujo inmigratorio y de refugiados desde África, Asia y Medio Oriente hacia Europa, a través del Mar Mediterráneo, viene provocando enormes tragedias humanitarias frente a las narices de los países Europeos, que no parecen reaccionar adecuadamente frente a tal situación.

Por supuesto que las causas que provocan esos movimientos son muy complejas y responden a múltiples factores, que según mi entender involucran al concierto de las naciones, y que hoy vemos consolidadas en situaciones tan críticas como la guerra civil en Siria o la desintegración en Irak. También responden a factores económicos o de subsistencia, por los que inmigrantes de África, Asia y Medio Oriente persiguen condiciones de vida dignas en Europa, en un marco global de perversa desigualdad entre los países.

La desesperación en cualquiera de estos casos, mueve a incluir a los niños en estos traslados, mediante mecanismos irregulares y muy riesgosos, manejados por traficantes de personas. Y aquí reside un de los mayores problemas, esto es, la "ilegalidad" en los movimientos migratorios y de refugiados, según la ideología o la cosmovisión reinante en europea.

A diferencia de lo que ocurre en nuestros pueblos Latinoamericanos, en los que las fronteras se encuentran abiertas a la inmigración y al refugio, en Europa ocurre lo contrario y hoy se ha desencadenado casi una lucha para evitar el ingreso de personas de otra ciudadanía a los países Europeos. Un ejemplo que golpea la vista es el cerco en Melilla, una valla de casi 8 metros de alto y de 11,5 kilómetros de extensión, para evitar el paso de inmigrantes desde Marruecos.

En mi opinión, debido a esas leyes tan restrictivas en materia de inmigración y refugio, las personas que desde otros países quieren entrar a Europa deben recurrir a mecanismos clandestinos, cada vez más precarios, que constituyen un negocio fabuloso para los traficantes, y que desprecian de manera flagrante la vida humana, incluyendo la de los niños.

Pero además ya en el terreno, las medidas adoptadas por Europa para actuar con eficacia ante los barcos superpoblados con riesgo cierto de naufragio, han demostrado ser cada vez más escasas. El programa Mare Nostrum que constituyó una buena iniciativa, fue repentinamente cerrado, por falta de recursos financieros por un lado, que la Unión Europea dejó de enviar, pero por otro lado, por la cosmovisión imperante en Europa, Italia en este caso, contra la inmigración y el refugio, como si algo de esto fuera un crimen.

Según nuestra visión no existe la inmigración "ilegal". Seguramente existirán en el ámbito de los Estados distintas medidas relacionadas con la

residencia de una persona extranjera, u otras vinculadas a los derechos políticos. Pero estigmatizar como "ilegal" una iniciativa personal tan difícil y traumática como es abandonar la tierra donde se nació, para echar raíces en otra desconocida, debiera ser ponderada como algo positivo y no como algo "ilegal".

En todo caso, entiendo que teniendo en miras los principios de derechos humanos de las Naciones Unidas, nos corresponde expresar nuestra más profunda consternación, que aparece a poco de figurarse la escena en que un barco sobrecargado de pasajeros se lanza al mar, con niños, y luego naufraga sin salvación. Una visión terrible y desoladora.

Pero a la luz de esos mismos principios, creo que estamos obligados a exhortar a los países europeos para que no sólo restituyan el Programa Mare Nostrum, e inviertan mayores recursos para la prevención de este tipo de naufragios, sino para que también pongan en agenda la reforma de las políticas de inmigración. Y para eso la Argentina, y los países del Cono Sur, se ponen para cualquier tipo de cooperación.